En el tratamiento acústico detallado de un espacio buscamos absorción, para evitar una reverberancia muy larga que haga que todo sea una bola ininteligible, o el retumbo que provocan los modos propios de la sala; y difusión, para evitar que el rebote directo del sonido aumente los acoples y cause problemas de fase que cambie el espectro y el timbre de los sonidos.
Las cajas de huevo están hechas de cartón, que es un material blando y poroso, y por lo tanto son absorbentes acústicos. Pero además, tienen una supercie compuesta de pequeñas pirámides truncas unidas por semiesferas cóncavas que hacen que el sonido que no es absorbido tampoco se reeje como una supercie lisa, sino que se desvíe en varias direcciones, actuando como difusor. Entonces son la puta hostia!
Bueno, no, nada que ver.
Por una parte, la absorción de un material blando depende de su densidad y de su grosor. Y aunque el cartón podría llegar a ser un buen absorbente en un panel bien diseñado, el grosor de la caja de huevo, que es de apenas uno o dos milímetros hace que la absorción sea muy poca y en una banda de frecuencia muy acotada.
Por otra parte, es cierto que la geometría de la caja produce una cierta difusión del sonido, pero en un difusor acústico la geometría de los elementos que lo componen determinan las frecuencias que difunden y en qué dirección. Por eso, en los paneles difusores vas a ver elementos que, oh sorpresa, ni son todos iguales, para lograr un difusión lo más diversa posible, ni sus variaciones de forma y tamaño son al azar sino que se diseñan con ecuaciones bien tochas. Y como en las cajas de huevos toda la supercie va repitiendo las misma estructura, la difusión será bastante cutre.
Por lo tanto, como muestran unas mediciones que hicieron unos yankis, que se ve que ese día tenían tiempo libre, si llenas tu sala de cajas de huevo, vas a lograr atenuar algunas frecuencias alrededor de 700Hz, en donde están las fundamentales de muchos de los instrumentos solistas, y las frecuencias por encima de 3Kh, que es en donde están las componentes que hacen inteligible la voz humana y el brillo de los instrumentos. Pero no vas a evitar ni la bola de graves del bajo, ni el barro de las guitarras eléctricas, ni los acoples en los micrófonos de voces. Y mucho menos las quejas de los vecinos.
Entonces, a los músicos ¿las cajas de huevos no nos sirven para nada? No, hay una cosa para la que son perfectas.
Para guardar huevos.